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                  La genialidad adentro de una cancha de Fútbol suele surgir de personalidades extraordinarias, difíciles de adaptar y conjugar con la media. La contradicción eterna de la estrella con problemas de comportamiento, egolatría o hasta delirios de grandeza, es ya casi un cliché. Si hasta el más grande de todos los tiempos, Diego Armando Maradona, fue un tipo profundamente conflictivo. Sin ir más lejos, algunos de los mejores jugadores del Mundo en la actualidad, como Cristiano Ronaldo o Mario Balotelli, nos sorprenden cada mes con sus nuevas “ocurrencias”. Los más jóvenes hemos visto a Juan Román Riquelme, la figura más importante del Siglo XXI para el Fútbol local, despedirse a los portazos de cuanto Club integró, e inclusive de la Selección. La problemática, aparentemente irresoluble, se hizo presente la última semana en River Plate, de la mano de un abonado a las peleas de vestuario: Teófilo Gutiérrez. Las reprochables declaraciones del jugador que tanto reclamó Ramón Díaz, sumadas a un rendimiento que aún no convence, ponen al colombiano en el ojo de la tormenta, una vez más…

                Desde sus inicios en Barranquilla, el polémico punta demostró la estrella goleadora que acompañaba su diestra venenosa. Terror de cualquier defensa, Teo se movía en el área como pez en el agua, combinando su sagacidad con su velocidad. Estas características lo llevaron a volverse ídolo en Atlético Junior rápidamente. Los indicios de crack se hicieron ostensibles cuando se convirtió en goleador del Torneo Apertura 2009, logro que lo catapultó al Fútbol Turco en 2010, donde protagonizó su primer escándalo. Luego de 1 año sin notable suceso en el Trabzonspor, Gutiérrez regresó a su ciudad natal por unos días, con la excusa de la recuperación de un problema de estrés y ansiedad. Las rispideces comenzaron en el momento en que el atacante se negó a volver a Turquía cuando su Club lo intimó y amenazó con sancionarlo. Sin tanta publicidad, aún con perfil bajo, Teo empezó a evidenciar los razgos que se convertirían en su karma. Su relación con el Trabzonspor se rompió, pero el futuro lo vio recalar pocos meses después en Racing Club de Avellaneda, donde alcanzó el pináculo de su desempeño y de sus inconductas.

                Luego de un primer semestre brillante en el cual fue goleador del Torneo Clausura con 11 anotaciones y le dio a “La Academia” un gran relieve futbolístico de la mano de su compatriota y amigo Giovanni Moreno, el colombiano se convirtió en el niño mimado de la “Guardia Imperial” y le entregó a sus hinchas buenos motivos para soñar con un título. Su buen nivel maquilló su enfrentamiento con el arquero Mauro Dobler, en un entrenamiento, recién llegado al Club; pero esto fue apenas la semilla de los desbordes de los que formó parte en Avellaneda. Nuevamente con “indisposiciones de viaje”, Teo llegó a Argentina desde Colombia el día anterior a un trascendental encuentro con Boca, rival directo en la lucha por el campeonato. Si bien fue titular, se hizo expulsar de manera infantil y, en su camino al vestuario, desafió a “La 12” con gestos agresivos, que le costaron 400.000 dólares de multa.

Con el sueño del campeonato extinto, Gutiérrez comenzó a exhibir un rendimiento irregular y un comportamiento ofensivo que iba en espiral ascendente. En un clásico de verano ante Independiente, golpeó adrede con la pelota a Gabriel Milito luego del gol de Gabriel Hauche, aunque contó con la fortuna de no ser apercibido por el árbitro. Ya por los puntos, registró otro incidente menor ante Lanús, cuando provocó a Agustín Marchesín, también después de un gol propio. Como por si fuera poco, Teo volvió a irse expulsado de manera tonta ante Banfield y dejó el terreno preparado para su derrape supremo. En el contexto de un Racing en crisis, el delantero vio la tarjeta roja por insultar al árbitro Sergio Pezzotta en un Clásico determinante ante Independiente. Aquella derrota marcó la renuncia de Alfio Basile como DT y, en un vestuario envuelto en llamas, al ser increpado por el Capitán Sebastián Saja, el colombiano sacó un arma y apuntó a su compañero, hecho que terminó en otra trifulca más. A pesar de que, horas más tarde, se supo que el rifle utilizado por Teo era de paintball y no representó un peligro real para el arquero, su actitud terminó de alejarlo del Club que más lo disfrutó en Argentina.

                Ya estigmatizado de manera irreversible, Teófilo encontró un pequeño refugio en su cesión al prolijo y siempre protagonista Lanús. Allí disminuyó notablemente sus encontronazos, tanto con rivales como con compañeros, pero apenas jugó 2 partidos, convirtiendo sólo 1 gol. Su paso fue fugaz y, tras no presentarse a entrenar a tiempo en Mayo, bajo la excusa de haber sido convocado para su Selección (cosa que no sucedió), el indisciplinado goleador debió dejar Lanús, y pasó 1 semestre entero inactivo. Su retorno a las canchas tuvo lugar en México, entre las filas del poderoso Cruz Azul. Amén de un pequeño incidente (pequeño en comparación a su costumbre), en el que no quiso volver al banco de suplentes luego de ser reemplazado, Teo recuperó en “La Máquina Cementera” un juego aceptable, y un comportamiento inadvertido. Su aparente regreso a la racionalidad lo convirtió en una pieza necesaria para el River del “Pelado” Díaz, quien pidió a gritos por sus goles.

                En su vuelta al ecosistema que lo vio brillar y caer, Teo se calzó la banda roja ilusionando a los “Borrachos del Tablón”. Sin embargo, la expectativa generada se fue diluyendo con el correr de los partidos. Es cierto que el desempeño general del “Millonario” es deficiente, motivo por el cual Gutiérrez no se encontraba entre los jugadores más señalados, pero su temperamento volvió a fallarle, y su figura volvió a generar resquemores: extralimitándose sorpresivamente de su rol de jugador, quien ahora usa la camiseta nº 29 pidió 2 refuerzos para el semestre que viene (“Un 9 que me acompañe y un 10 que la traiga más”), y comparó la floja actualidad del equipo con el buen juego que vivió en Racing. Como era lógico, el tirón de orejas de Ramón (público) y de sus compañeros (privado), no se hizo esperar. Momentáneamente, el colombiano apagó el fuego pidiendo disculpas y asegurando que fue malinterpretado pero, en este River tambaleante, Teófilo Gutiérrez es una verdadera bomba de tiempo.


Darío Kullock

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