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Histórico. Real. Fue una fiesta en el Pueblo Viejo. De esas que no pasan seguido y que será imposible de olvidar. Para colgarlo de un cuadro y para tener siempre presente que el sábado 13 de abril de 2013, San Martín le dio cátedra al Boca de Carlos Bianchi y lo goleó 6-1 en San Juan.  
Se arrastraban 16 fechas sin victorias, frustraciones, amarguras, sensaciones que en el mundo de San Martín se habían hecho moneda corriente. La relación hinchas-jugadores pasaba por un momento complicado, pero el fútbol tiene esas cosas que hacen posible lo imposible, y en 90’, hubo reconciliación. Del odio, al amor incondicional sin escalas. Sin el lleno total que se merecía este partido histórico, el marco que ofreció el Hilario Sánchez fue intenso, visceral. Empezó con el recibimiento más colorido de los últimos partidos en este Torneo Final y empezó a tomar calor a los 120 segundos de partido cuando Osorio abrió el marcador. Después, el éxtasis cuando Luna clavó un golazo para poner el 2-0. Cuando Loustau cobró un penal que no era, aparecieron los reproches y hasta algunos fantasmas que hicieron pensar lo peor con el descuento de Boca, pero sin embargo, San Martín desde adentro, calmó a todos afuera sentenciando el partido con el inreíble pero real 4-1 que se terminó el primer tiempo. Ahí, apareció la primera catarata de aplausos. Fue la primera postal del día en el que San Martín se reconcilió con su gente.
En el segundo tiempo, habría más. Cuando Penco reventó el palo, llovieron los deseos de que el Motoneta marcara. Llegaron los dos goles que faltaban y se desató la fiesta en Concepción. “Ole, ole” deliraban los hinchas verdinegros cuando veían a sus jugadores tocar de un lado para el otro... de aquí para allá haciéndose ancho. La alegría y la fiesta estaba ya instalada, y llegó el momento de las ovaciones: primero, Osorio, después, Penco. Y en el final, el aplauso cerrado de un estadio que necesitaba volver a disfrutar de su San Martín jugando entre los grandes. Fue día de reconciliación y fiesta en el Pueblo Viejo. Como para creer en que no es tarde y que unidos, hay salvación. San Martín, que con la llegada de Forestello cambió en actitud, entrega y planteo, y que en el tercer compromiso con el “Yagui” al frente, sacó a relucir todo su potencial. El mismo que estaba dormido y recobró protagonismo. El que puede significar el cambio anhelado y porque jugando y tocando como lo hizo ayer ante el mix de jugadores que utilizó Bianchi, hay San Martín para rato porque ya se despertó. El "Santo" demostró que no hay que subestimarlo, como en la previa lo pensó Bianchi. Es que el Virrey no trajo a sus mejores hombres creyendo que podría deshacerse fácilmente de un equipo dolido. Los 16 encuentros sin ganar del verdinegro suponían que Boca podía llevarse los 3 puntos casi sin despeinarse.
San Martin aplastó a Boca. Con mucha solidez en el fondo, con enorme entrega en el medio y saldando la deuda que traía este plantel que era concretar, facturar y hacer lo que en definitiva te da triunfos: goles.

De la mano de un Jorge Luna inspirado y asistidor en 4 de los 5 goles, ya que el restante fue de su autoría. Con el colombiano Humberto Osorio que volvió a ser el de antes para anotar 3 tantos. Porque Lucas Landa metió un cabezazo al ángulo y porque Sebastián Penco se reencontró con su único amor, y así volvió a acelerar su motoneta, para redondear una tarde histórica que nadie podrá olvidar.

Fue la goleada del corazón, de mostrar signos vitales, de lujuria y alegría para una fiesta que nunca debería acabar, pero que debe ser el punto de partida para el sueño de seguir en Primera. Porque ahora será diferente, porque el clima y la autoestima es otra. Porque se le ganó a Boca 6-1. Histórico, real y de película.

Escrito por: Franco Berardinelli (@franberd)

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