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                  Representantes ideológicos diametralmente opuestos en un país históricamente dividido, Bayern Münich y Borussia Dortmund llevaron al terreno futbolístico en los últimos 20 años una rivalidad social y cultural que data desde mediados del Siglo XIX. La final de la Champions League que disputaron hace pocos meses fue la materialización definitiva de un duelo de proporciones apoteóticas, que encuentra su nicho tanto en el verde césped como en las tribunas, y también en las calles de los distritos que se identifican con cada Club. Las dicotomías entre el humilde y el poderoso, el popular y el opulento, la izquierda y la derecha, enarboladas en las orgullosas banderas de los 2 equipos más grandes de Alemania.
          Con 23 Ligas, 16 Copas locales y 10 Copas internacionales (incluyendo 5 Copas de Europa/Champions League), el Bayern Münich es, sin discusión, el Club más fuerte del país, y uno de los más galardonados del continente y el mundo. Su proyección futbolística, sus figuras, e incluso su marca, son reconocidas a lo largo y ancho del planeta. Es también el Club con más socios en todo el país germánico (casi 200.000), y el de mejor posición económica. Todo esto lo convierte en una institución tan amada como odiada. A la cabeza de la vereda de en frente se encuentra el Borussia Dortmund, al menos desde la década del ´90. 8 Ligas, 3 Copas locales y 3 internacionales (1 Champions League) no alcanzan para competir con los muniquenses en términos resultadistas, pero sí para ubicarse a la vanguardia del lote de equipos grandes que ponen en duda su predominio. Los de amarillo y negro tienen a la hinchada más fiel, dueña del promedio de asistencia más alto en todo el viejo continente, y dan la cara por una clase obrera excluida y desamparada, que busca su revancha en el rectángulo de juego.
                Dortmund es conocida como la “Capital verde” del distrito de Westfalia, aunque su geografía boscosa y húmeda contrasta con su preeminencia fabril. Desde la revolución industrial en el SXIX, la ciudad experimentó un crecimiento exponencial de población y basó gran parte de su economía en minas de carbón y fábricas de acero. Hogar de una porción mayoritaria de población de clase media baja, la rivalidad tradicional, por cercanía, fue con Gelsenkirchen (casa del Schalke 04, a la que los fanáticos del Borussia llegaron a bautizar como “La ciudad prohibida”). No obstante, el contrapunto de clase natural en esta urbe industrializada se encuentra en el distrito que nuclea por excelencia a la alta alcurnia: Bavaria. También conocido como Baviera, es el Estado Federado más importante de Alemania, y tiene como capital a la cosmopolita Münich. Según estudios realizados a finales de la década pasada, la ciudad que fuera sede de los Juegos Olímpicos de 1972 registra el nivel más alto de calidad de vida en el país del centro de Europa, debido a que se trata de una moderna metrópoli económica, con fuerte concentración de la riqueza.


             La acentuada brecha social que enfrenta a los bávaros con buena parte del resto de Alemania se traduce también en el accionar del Bayern Münich y su dinámica de relación con los demás clubes. Además de multi-campeón y permanente protagonista, el equipo fundado en 1900 tiene la irritante costumbre de hacerse sistemáticamente con los mejores jugadores y entrenadores de sus rivales directos, a base de suntuosos contratos que nadie más puede pagar. El Borussia Dortmund es una víctima más de este constante flagelo: tanto el mejor técnico de su historia, Ottmar Hitzfeld (le hizo ganar su única Champions League en 1997), como su más reciente crack, Mario Götze, terminaron entre las filas del Gigante de Baviera. Como se ve en las tribunas y se siente en las arterias de los barrios, parece imposible que un club fundado con ostensibles influencias de inmigrantes polacos olvide su odio visceral por el omnipotente escudo deportivo de la oligarquía alemana.
                Si bien el Borussia Dortmund cuenta con 104 años de historia plagados de altibajos e inclusive un descenso en 1972, la llegada de Hitzfeld en 1991 lo estableció en los primeros planos, y a partir del 2010 llegó incluso a discutirle con fiereza el liderazgo al Bayern Münich. Evidencia de esto fue el doblete en las Bundesligas 2010-2011 y 2011-2012, la Copa de Alemania en 2011-2012 y la Supercopa de Alemania en 2013. Desafortunadamente para ellos, todo lo que no consiguieron ganar, lo perdieron a manos del rival que ya es clásico: en la temporada 2012-2013, los hombres dirigidos por Jupp Heynckes se convirtieron en el primer equipo en la historia de Alemania en completar el triplete de Champions League, Liga y Copa. En enfrentamientos personales, los dirigidos por Jürgen Klopp tienen (y tal vez seguirán teniendo eternamente) la colosal espina de la final de Champions perdida en el alargue, pero cuentan con pequeños triunfos que, sin prisa pero sin pausa, se van convirtiendo en grandes dolores de cabeza para los muniquenses. El 5-2 en la final de la Copa doméstica 2011-2012, el 4-2 en la Supercopa local 2013, y el campeonato de Liga 2011-2012, en el que relegaron al Bayern al segundo puesto. Los bávaros, por su parte, al inmenso festejo en el campeonato de clubes más prestigioso del mundo le suman la Liga 2012-2013, en la que dejaron  al Borussia como subcampeón, y la Supercopa 2012.
                Por el atractivo deportivo que exhibe y el morbo social que supone, esta oposición entre los 2 gigantes de Alemania se ha convertido en uno de los ejes de atención del fútbol mundial. La ineludible realidad muestra que la ya mencionada polémica estructura de compras del Bayern Münich y la inestabilidad económica del Borussia Dortmund amenazan con ponerle fin al apasionante enfrentamiento en pocos años. Tal vez no sean muchos los cruces de alto vuelo que queden por disfrutar entre estas 2 potencias europeas. Excelente motivo para seguir sintonizando la televisión en cada edición del Super-clásico Alemán moderno.  

 Darío Kullock


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