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La 2012/13 quedará en el recuerdo como la peor temporada en la historia de Independiente. Luego de 108 años de gloria casi ininterrumpida, uno de los equipos más importantes de América y el Mundo sufrió su primer descenso a la B Nacional, y el golpe no pasó desapercibido. Si bien el desenlace de la crónica de una muerte ya anunciada no acarreó disturbios  ni violencia, la crisis futbolística y económica continuó profundizándose en un club que se mantuvo en llamas durante varias semanas más después de consumada la catástrofe. Las primeras fechas en la Segunda Categoría del Fútbol Argentino fueron tan desconcertantes como las últimas en Primera: sin importar qué rival se plantara en frente, el nerviosismo y la presión siempre terminaban por empujar al auto-sabotaje a un grupo de jugadores que sentía sobre sus hombros el peso de una historia demasiado grande. La resbalada perpetua en la que parecía encontrarse el Rey de Copas, que llegó a situarlo en posición de pelear el descenso a la B Metropolitana, tuvo su pausa con la llegada de Omar De Felippe, quien impulsó un cambio futbolístico pero, esencialmente, actitudinal. Con el nuevo Cuerpo Técnico al frente, Independiente resurgió de sus cenizas, comenzó a escalar ubicaciones y logró terminar el año en posición de ascenso directo.

                Como dicen muchos hinchas, para Independiente el ascenso es más una obligación que una coronación. El estado actual del club, en lo económico y lo político (acaba de aprobar el pasivo más grande en la historia del Fútbol Argentino, en medio de una asamblea bochornosa y llena de polémicas), provee el caldo de cultivo ideal para una inestabilidad que aún reina en Alsina y Bochini. Con medio campeonato jugado, la Primera Categoría aún está lejos, como también está lejos este equipo de establecer una diferencia clara con sus ahora perseguidores. Todavía falta mucho tiempo y sacrificio en el Orgullo Nacional para salir del Infierno. Pero, si se compara el presente inmediato (3ra colocación en la tabla, con 38 unidades, a 6 del puntero Banfield) con los 2 puntos sobre 12 que había conseguido el equipo de Miguel Ángel Brindisi en las primeras 4 fechas, no es descabellado arribar a la conclusión de que el barco del hepta-campeón de América ha encontrado un rumbo coherente con un verdadero capitán de tormentas al mando. Alejado de las cámaras que buscan DT´s histriónicos y verborrágicos regalando títulos a diestra y siniestra, De Felippe llegó a Avellaneda con el perfil bajo de un laburante cotidiano y el cuero curtido por mil batallas (algunas futbolísticas, algunas reales). Su arranque también fue turbulento, ya que apenas pudo cosechar 1 empate como local frente a Independiente Rivadaviaexhibiendo un nivel muy similar al previo. Pero “Don Omar” no vino a prometer milagros ni revoluciones drásticas, sino trabajo. Limpio, simple, llano, arduo. Parece un lugar común o un cliché. No obstante, en cualquier caso, su mano se empezó a sentir al fin de semana siguiente, cuando llegó el quiebre.


                Sin haber ganado todavía en su excursión por la B Nacional, El Rojo se plantó el 9 de Septiembre en el Tomás A. Ducó para jugarse una parada que a la postre sería definitiva ante el Huracán que, por entonces, dirigía el “Turco” Mohamed. Todavía sin brillo, pero con una fortaleza defensiva y un compromiso renovado, Independiente se llevó de Parque Patricios su primer triunfo, gracias al gol de Samuel Cáceres cuando agonizaban las arenas del tiempo del complemento. A partir de ese momento las acciones del gigante de Avellaneda empezaron a subir velozmente, al tiempo que los jugadores fueron acomodándose en la cancha, encontrando las sociedades que le devolvieron la ilusión a las decenas de miles de fanáticos que coparon el Libertadores de América fecha tras fecha, con paciencia estoica. La más notable, sin dudas, fue la de Daniel Montenegro y Matías Pisano. Con 8 goles y otras tantas asistencias, el “Rolfi” consiguió disfrazarse de la figura rutilante que la escuadra necesitaba que fuera, y su mejor socio fue el petizo ex Chacarita. Encarador, irreverente y siempre protagonista, Pisano fue el refuerzo más valioso de Independiente, y resolvió varios partidos con arrestos individuales. La cuota goleadora de Facundo Parra, quien le ganó la pulseada por la camiseta 9 a los decepcionantes Cristian Menéndez y Sebastián Penco, fue el último argumento ofensivo que necesitaron Los Diablos para sentirse seguros yendo al frente con la pelota bajo la suela. Sin embargo, de mitad de cancha para atrás, el equipo aún estaba en deuda.

                A pesar de que las lesiones de Cristian Tula y Claudio Morel Rodríguez resintieron a la zaga, la problemática principal fue la falta de contención en el medio campo. Fue allí donde Franco Razzotti no terminó de alcanzar el desempeño que lo vio brillar en Vélez y Reinaldo Alderete demostró no estar ni remotamente a la altura de las circunstancias. A Independiente todavía le faltaba una pieza para pegar el zarpazo y prenderse en la discusión seria, y ese baluarte llegó desde la prestigiosa cantera. El Riñón del Diablo se hizo protagonista una vez más, entregándole la 5 a Marcelo Vidal, un chico de inferiores que apenas contaba minutos en Primera. Desterrando las dudas de un plumazo, “El Pulpo Negro” se hizo dueño del medio-campo, fue un central más en defensa, aportó sensatez y buen traslado en ataque, y hasta se despachó con 2 goles que estamparon los triunfos por 1-0 ante Gimnasia de Jujuy y Patronato (este último, desde atrás de mitad de cancha). La consolidación de Vidal, sumada al regreso al gran nivel de Julián Velázquez, mantuvieron (y mantienen) invicta la valla de Diego Rodríguez por más de 8 partidos, rompiendo el récord histórico del club y la categoría.



                Aún restan 21 fechas. Mientras Banfield y Defensa y Justicia se hacen fuertes en la cima, Crucero del Norteempieza a tambalearse y los grandes de la divisional (Atlético de Tucumán, Instituto, Unión, San Martín de San Juan…) empujan para arriba y hacen fuerza por meterse en la pelea. Entre ellos, Independiente, sin las actuaciones rutilantes que tuvo River en su paso por la B, sin creerse en superioridad ni inferioridad de condiciones ante ningún rival, reconociendo sus limitaciones y explotando sus ventajas, consolidándose de local y armado desde atrás hacia adelante, ya logró hacerse un hueco entre los que, seguramente, disputarán en las últimas fechas los 3 puestos que otorgan el premio tan deseado. El cielo todavía está lejos, pero puede esperar, ya que el lugar del Orgullo Nacional seguirá aguardando en calma, en donde le corresponde a su historia. Nadie le regalará nada a este plantel, y vencer la quimera del volver a ser seguirá mostrándose como una lucha tortuosa y feroz, pero Independiente parece estar en camino. 



Darío Kullock

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