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Por Luis Burgos; @chichongo



La vida del Club Atlético San Lorenzo de Almagro ha estado llena de contrastes. Etapas de gran desarrollo y felicidad se fundieron con épocas de fracasos y tristezas. Sentimientos cruzados, como la vida misma. En la nublada tarde del 2 de diciembre de 1979, los hinchas que concurrieron a ver el clásico ante Boca Juniors en el mítico “Wembley” porteño, desconocían que serían testigos del último partido que allí se jugaría.

Pero para poder contar un “final”, debemos necesariamente conocer el principio. La primera estructura fue levantada en un predio alquilado al colegio María Auxiliadora y a la familia Oneto en 60 pesos mensuales.
El 7 de mayo de 1916 y ante unos 200 espectadores, un día domingo por la tarde, San Lorenzo de Almagro inauguró su estadio frente a Estudiantes de La Plata, el encuentro finaliza 2 a 1 a favor del Ciclón que formó con: J. Coll; De Campo y A. Coll; Saccardo, F.Monti y J.Urso; Etchegaray, Fernández, Moggio, Urio y Gianella.

En los años siguientes las sucesivas dirigencias “azulgranas” lo fueron engrandeciendo hasta convertirlo en el mayor escenario deportivo del país, con una capacidad de 60.000 espectadores, condición que mantuvo durante décadas. El Gasómetro, llamado popularmente con este nombre, debido al parecido que tenía su estructura exterior con los gigantescos depósitos de gas licuado, conocidos como gasómetros, que funcionaban en aquella época, fue la casa de la selección nacional, que allí ganó los Sudamericanos de 1929 y 1937.

Bajo sus tribunas, el club desplegó una enorme vida social, deportiva y cultural inigualable. Vivió tiempos de auge en los años 40, desde que bajo la presidencia de Enrique Pinto la entidad puso en funcionamiento un complejo deportivo desconocido para la época. Allí jugaron próceres del fútbol, desde Isidro Lángara hasta Diego Maradona, desde Arsenio Erico y Walter Gómez hasta Daniel Passarella y Mario Kempes. Allí debutó un tal Ermindo Onega -el 15 de diciembre de 1957, tarde de un 5 a 1 del Ciclón sobre River- y se retiró Ángel Labruna, el 12 de octubre de 1959. Allí se montó un ring en el que Pascual Pérez noqueó en el primer round al galés Dai Dower, en la cuarta defensa de su título de los moscas ante una muchedumbre impresionante. Curiosamente, el Ciclón nunca pudo coronarse campeón en su casa más preciada: los siete títulos que consiguió mientras existió la cancha de tablones y hierro se definieron jugando en otros estadios.

Retornando a ese último partido jugado en el césped de Avenida La Plata al 1700, fue un gris empate en cero, como la tarde en la que se jugó, frente al “Xeneixe”. Los protagonistas dentro del campo de juego fueron:

San Lorenzo: Walter Corbo; Orlando Ruiz, Hugo Pena, Miguel Ángel Gette,
Carlos Schamberger; Ricardo Collavini, Osvaldo Rinaldi, Rubén Insúa; Hugo Coscia, Víctor Marchetti, Mario A. Rizzi. DT: Carlos Bilardo

Boca Juniors: Hugo Gatti; Vicente Pernía, Francisco Sa, Roberto Mouzo, Miguel A. Bordón; Juan Ramón Rocha, Abel Alves, Carlos Randazzo; Ernesto Mastrángelo, Carlos Salguero, Orlando Carrazana. DT: Juan C. Lorenzo


Pasaron 34 años de ese suceso histórico en la vida de San Lorenzo, que año tras año es recordado y reverenciado por los hinchas del club. Un grupo de ellos comenzó una lucha épica, de pronóstico negativo, pero que la perseverancia y la necesaria “locura” linda de perseguir imposibles, logró lo que muy pocos creían. Tras masivas movilizaciones del pueblo Sanlorencista, el jueves 15 de noviembre de 2012 la Legislatura Porteña de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en sesión ordinaria, aprobó el proyecto de Restitución Histórica con 50 votos a favor y ninguno en contra. De esta forma San Lorenzo recuperó sus terrenos en Avenida La Plata y comenzó el proceso de negociaciones con el hipermercado francés, ocupante del histórico predio.

Cada historia tiene un final, pero en la vida cada final significa un nuevo comenzar. No será con los nobles tablones del principio, pero para quienes vivieron el viejo Gasómetro, el nuevo será el regreso de la mística al barrio, del que nunca se terminó de ir.

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